miércoles, 26 de febrero de 2014

ALLENDE DESCLASIFICADO

Por Andrés Silva Haro (ALERTA INTERNACIONAL)

El lobo chilla frente al hacha del verdugo. Por orden del juez, la gallina cambia de lugar y le sientan en el patíbulo, acusada de crímenes y violaciones a los derechos de lobos y manada.

El retratista oficial cambia el semblante airado de la gallina amenazada por el del mismísimo chupacabras. Y el lobo, sin siquiera vestir de oveja, cobra indemnizaciones y engorda a costa del ganado.

La delirante historia se repite, día tras día, no importa dónde haya apaleado el lobo. Pero no vive sólo sediento de sangre: muere de hambre de venganza. Y enseña sus colmillos, con el hocico aún goteando la memoria de sus víctimas.

La granja se alborota y, por no enfadar al lobo, apalea… al rebaño que reacciona.

“Defensores de la grey”, grita el juez, “un paso al frente, de rodillas y a pedir perdón a los lobos”, exige “Indemnización a los lobos y condena a los defensores”, agrega, “Perdón… «agresores»”, se disculpa, mirando temeroso a los lobos en tribuna mientras busca el modo de congraciarse con la tropa de matones.

El rebaño se somete sumiso, confundido y hasta, se diría que casi sintiéndose culpable por haber reaccionado a los lobos y defendido sus tierras y familias. Es que, como todo rebaño, se deja doblegar en nombre del “buen rebaño”.

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Descaradas, rudas y altisonantes fueron las descalificaciones de la izquierda chilena en respuesta a las diplomáticas declaraciones que representan el sentimiento de al menos la mitad de una nación. Una mitad “equivocada” para la versión roja de la historia.

¿El motivo de escándalo? Las declaraciones del nuevo embajador de Chile en Argentina, sosteniendo que, bajo el período de Reconstrucción Nacional tras el holocausto marxista, Chile se puso de pie, creció y contradijo los planes destructivos de la Unión Soviética y sus acólitos. Como en la Francia revolucionaria de 1789, los jacobinos exigieron su cabeza y los girondinos la entregaron en bandeja. Pocos días duró en su flamante cargo el ex senador, hombre de larga trayectoria en la vida pública y de excelente reputación debida a su probidad. Santiago Otero, por cierto, fue electo democrática y popularmente.

Pocos días siguieron a una segunda declaración, honesta y con conocimiento de causa, del ex ministro del Trabajo y autor del exitoso modelo de previsión laboral que hoy mantiene a Chile gozando de buena salud económica, con garantías de un mejor futuro a los trabajadores, liderando indiscutiblemente a la región continental. ¿Motivo del escándalo? Sostener que Allende destruyó al país y su comparación con Hitler.

Indiferentes al sentimiento o creencia de millones de compatriotas, los sectarios rojos exigieron castigos, condenas y purgas. Espuma en la boca, ojos desquiciados y perdida toda serenidad, temiendo acaso las simpatías y consensos en torno al tema, aplicaron la fuerza de su prensa y creadores de opinión para cerrar filas, para crear la sensación de unánime rechazo a la reacción antimarxista. Y aún más a un modelo económico y social que desmiente la doctrina de odio y lucha de clases que hace del empobrecimiento su meta ideal.

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Entretanto, ¿quién era realmente Allende?

La izquierda suele construir su mito sobre una historia falsa, que muchas veces jamás existió. El caso del dictador marxista, tristemente célebre por su horda destructiva, merece un brevísimo encuadre.

Allende, socialista, ateo, masón y suicida, dista mucho de la hagiografía roja que le presenta como un anciano de buen corazón, amante de los niños y de las palomas de la plaza.

Salvador Allende Gossens: Para la izquierda, un héroe. Para Chile y la humanidad: UN CRIMINAL

¿Fue Allende comparable con Hitler? Una visita interesante a los archivos de la Universidad de Chile nos enseña la tesis que Salvador Allende presentó para licenciarse como Médico Cirujano y que luego elevase como Proyecto de Ley presentada mientras era Ministro de Salubridad del Gobierno del Frente Popular (1939-1941) de Pedro Aguirre Cerda. Allende fue, por sus propias palabras, tan furioso antisemita como declarado racista contra árabes y gitanos. Y era un fervoroso creyente en la predeterminación genética de los delincuentes. Consideraba a los revolucionarios como psicópatas peligrosos que había que tratar como enfermos mentales. Propugnó la penalización de la transmisión de enfermedades venéreas y la esterilización de los alienados mentales.

Son los años en que el creador del Partido Socialista de Chile, Marmaduke Grove, pagado por el Ministerio de Asuntos Exteriores (nazi) y los ministros socialistas del gobierno del Frente Popular -entre los que se contaba Allende- eran sobornados directamente por la Embajada nacional socialista en Santiago.

En medio del repudio nacional e internacional, Allende encontró simpatía y eco en sus aliados socialistas de los años 30 en la Alemania nacional socialista acaudillada por Adolfo Hitler.

No hay malas interpretaciones posibles. No sólo lo dejó propuesto y escrito reiteradamente, sino que además sus propias declaraciones a la prensa lo confirman. Así, para explicar su Proyecto de Ley, Allende declara al periódico La Nación, con palabras que Hitler podría haber declamado: se trata de "un trípode legislativo en defensa de la raza", consistente en tratamiento obligatorio de las toxicomanías, de las enfermedades venéreas que transformarían en delito su contagio, y proceder a la esterilización de los alienados mentales. El entonces Ministro y futuro mandatario proponía crear un Tribunal de Esterilización que fuese inaccesible a la familia del enfermo y dotado de competencia para dictar sentencias inapelables. En el artículo 23 de su Ley propuesta establece que 

"todas las resoluciones que dicten los tribunales de esterilización (...) se llevarán a efecto, en caso de resistencia, con el auxilio de la fuerza pública"

No es extraño que éste proyecto y la "Ley para precaver una descendencia con taras hereditarias" implementada por el Tercer Reich en 1933 se considerasen “hermanas”. Es más: enuncian el mismo listado de enfermedades punibles y contienen artículos idénticos. Sólo hay una salvedad a favor de los nazis: Allende era mucho más duro y radical que Hitler.

No era para menos. Marx escribía en “La cuestión judía”: “Nosotros reconocemos, pues, en el judaísmo un elemento antisocial presente de carácter general”. Y Stalin, tan antisemita como el Hitler que enviaba a los judíos a los campos de concentración, les deportaba a la tortura y muerte lente de los Gulag.

Allende encantaba al Führer. En su tesis para recibirse como Médico y así prestar el juramento hipocrático, el líder marxista sostiene: "Los hebreos se caracterizan por determinadas formas de delito: estafa, falsedad, calumnia y, sobre todo, la usura". Para Allende la “cuestión judía” va más allá de un problema de intereses y creencias: se trata de una cuestión racial fundada en principios genéticos por los que había que exterminarles. Años más tarde el criminal de guerra nazi Walter Rauff -el inventor del método de exterminio en camiones de gas y acusado de ser el responsable directo de la muerte de más de 100.000 personas- fue su protegido bajo el mandato allendista, al punto de rechazar el petitorio de Simón Wiesenthal de cooperar con la justicia y entregarle a los tribunales para su juicio por crímenes no prescritos.

Walter Rauff, Jefe de regimiento de la Schutzstaffel nazi. Criminal de guerra protegido por Allende.

En cuanto a los revolucionarios, resalta

"la influencia perniciosa que sobre las masas pueda ejercer un individuo en apariencia normal y que, en realidad, al estudiarlo nos demostraría pertenecer a un grupo determinado de trastornos mentales (...) este tipo de trastornos colectivos tienen a veces caracteres epidemiológicos, y es por eso que cuando estallan movimientos revolucionarios en ciertos países, éstos se propagan con increíble rapidez a los estados vecinos".

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El Allende real dista del Allende mítico como la luz de las tinieblas.
El verdadero Salvador Allende: TIRANO APOLOGISTA DEL ODIO Y DE LA DESTRUCCIÓN

El Allende real era un predicador del odio y de la destrucción cruenta de todo aquel que no pensase como él. Como mandatario antidemocráticamente acomodado en el poder, obró como enemigo de la libertad y de la honestidad pública. Mintió asegurando el respeto por la Constitución y las leyes para, días después de firmar un juramento de Garantía, burlarse de la ingenuidad de los burgueses. Fue un monstruo que trabajó incansablemente por convertir a su nación en un satélite del horror soviético en plena guerra fría, volviéndola una Cuba andina.

Los estrategas de la propaganda marxista trabajaron al “buen rebaño” pintándole a su gusto: “hombre de buenas intenciones desviado por el radicalismo de la época”. Pero basta ver sus declaraciones, su personalidad y sus hechos para comprender, sin lentes rosa, su espantosa verdad.

Allende, tras intentonas frustradas de alcanzar la Presidencia por la vía democrática de Mayo del ‘68, el terror policial soviético -por sí mismo o sus aliados– accede al poder gracias a la alianza implícita con los democratacristianos y la jerarquía eclesiástica izquierdista. Alcanza apenas un 32.6% de los votos y una minoría en el Parlamento.

En la elección anterior el centroizquierdista Eduardo Frei fue presentado como alternativa al izquierdismo de Allende. El pueblo chileno no deseaba el comunismo y le elige como medida desesperada para impedir el acceso al poder de los paniaguados de la Unión soviética. Sin embargo los planes de Frei eran, precisamente, sentar las bases para el comunismo e hizo todo cuanto estuvo en sus manos para lograrlo: colectivizar, destruir las instituciones tradicionales, implantar un sistema socialista de Gobierno y alterar la cultura en su favor. Para esto el clero izquierdista prestó una cooperación invaluable, sembrando la doctrina de la lucha de clases, igualitarismo y resentimiento contra la propiedad privada y las elites tradicionales. Tristemente célebres fueron sus prédicas a favor del comunismo, sus condenas a la reacción católica anticomunista y su silencio ante las evidencias del horror que se preparaba. Fueron los años de la “Iglesia Nueva” y del “Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo”. No contentos con esto, fueros esas mismas sagradas investiduras y sus órdenes las que dieron los primeros pasos a favor del terror rojo, anticipándose a las medidas colectivizando sus tierras, arrasando con los patrimonios católicos e imponiendo una cultura y doctrina nueva. Más hizo el clero, hay que reconocerlo, que muchas otras fuerzas rojas a favor del comunismo. Y no podía ser menos: el poder político izquierdista era frontal y declaradamente rechazado por la población. El prestigio y autoridad del clero era difícilmente contestado por el pueblo sencillo y devoto que acataba impotente y sin comprender la magnitud del mal conjurado.

Frei y sus acólitos pactaron con Allende su ascenso, transfiriendo a éste la votación popular para respaldarle, dejando al candidato conservador fuera de escena. Allende usurpa el poder, carente de representación popular democrática, cuando aún ardían las hogueras revolucionarias de Mayo del ’68 y eran paridas la Baader Meinhof en Alemania, la ETA en España y las Brigadas Rojas en Italia, el Ejército Rojo japonés y los Tupamaros de Uruguay, mientras los Montoneros y el ERP ensangrentaban a Argentina. Chile, infectado con el violentismo político del MIR y otras organizaciones castristas que hacían de la apología del crimen su vía de acceso al poder y destrucción de la legalidad e institucionalidad vigente, no era una excepción. La izquierda chilena, autoproclamada marxista-leninista, legitimaba en sus congresos de 1965 y1967 el uso de la fuerza como acceso al poder: “la violencia revolucionaria es inevitable y legítima. Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico, y su ulterior defensa y fortalecimiento. Sólo destruyendo el aparato democrático-militar del Estado burgués puede consolidarse la revolución socialista”. Este marco y esta base en plena Guerra Fría y la fidelidad a la ex URSS - su madre y mentora - es lo que explica mejor a Allende que el mito que se puede contar a los niños 30 años después de los hechos.

Chile nunca tuvo fuerzas armadas inmersas en el trajín político. Su proverbial estabilidad democrática (1834-1970) tuvo pequeños incidentes que involucrasen el uso de las armas. El quiebre de su doctrina de primacía del poder civil por sobre el militar fue dado por el mismo Frei, al nombrar al izquierdista General Prats a cargo de las fuerzas armadas. No es casual que Allende le confirmase en el cargo y le enviase en su representación a la Unión Soviética para suscribir un acuerdo con el Presidente de Ministros rusos, Aleksei Kosyguin. El 23 de agosto de 1970 trescientas esposas de oficiales manifestaron su repudio al apoyo de Prats a Allende. Considerado “traidor” al papel que debían representar sus armas, por su entusiasta y decisivo apoyo a Allende, renunció para ser sucedido por Augusto Pinochet, General de la República que no representaba ninguna amenaza aparente para el nuevo gobierno rojo y gozó de la confianza de Allende. Cabe decir que Pinochet actuó contra la tradición militar cuando el país fue desbordado -como veremos a continuación- por el terror rojo y Chile no pudo soportar más los siniestros planes y efectos del allendismo.

Allende autoproclamaba no ser el presidente de todos los chilenos. Ésa era su política excluyente y antidemocrática. Basta acudir a las fuentes de prensa y declaraciones gubernamentales de la época. Contrariaba así el estilo consensual de la tradición aliancista de los mandatos anteriores.

Allende, tras firmar la Garantía de respeto a la legalidad y Constitución que se le obligó a firmar para otorgarle la Presidencia -habidas cuentas de su ideología e intenciones– se burló de la ingenuidad burguesa y declaró que gobernaría “por resquicios legales”. Algo que hoy en día es moneda corriente en la política roja mundial. Echó mano a jurisprudencias anteriores para intervenir a la industria y el comercio, creando conflictos a través de sus grupos armados para justificar las confiscaciones. El organismo contralor rechazó la medida y ordenó la restitución a los propietarios. La colectivización de las tierras fue rechazada legalmente por los dueños y con orden judicial acudían a la policía para proceder a la expulsión de los violentistas invasores. Pero la policía de Chile, respetuosa de la ley, respondía con una orden gubernamental de no intervenir en los conflictos.

La Corte Suprema, ante la agresiva y reiterada violación de las leyes y prescripciones de la Constitución, envió una carta al presidente que comenzaba “por enésima vez le advertimos…” y por primera vez en la historia nacional el poder ejecutivo dejó sin contestar una carta del poder judicial. Allende respondió con declaraciones donde afirmaba que la Corte Suprema no era superior al poder que él poseía en sus manos.

El Poder Legislativo no sufrió menos atropellos y violaciones. El Senado y Diputados enviaron sendas cartas de protesta por la conculcación de sus derechos y disposiciones como representantes democráticos de la voluntad de los electores. Pero Allende, pequeño Stalin latinoamericano, ordenaba disposiciones anticonstitucionales que los representantes populares se negaron a aprobar.

Las fuerzas armadas hicieron llegar, por manos de los Generales en retiro, un respetuoso recordatorio de que las armas pertenecen a la Nación y que no son un beneficio personal de la Presidencia. Se oponían, por tanto, a convertirse en una Guardia Pretoriana roja, en tanto su papel consistía en resguardar la ley, el orden y los intereses superiores de la Patria. En tanto no acatase ese respeto a la Constitución, las armas nacionales se considerarían en “estado deliberante”.

Si Allende fue elegido por una minoría, fue sobretodo inconstitucional. La prueba está en la delirante insistencia en su constitucionalidad para revestir su proceder dictatorial.

Allende se esforzó por hacer de Chile una “Cuba andina”, y “hermana menor” de la Unión Soviética. Son dichos de él mismo.

Allende inició su escalada de terror un 4 de noviembre de 1970. Una semana más tarde (12) liberaba a sus secuaces terroristas más radicales, dejando sin efecto los dictámenes judiciales y pocos días después (21) modificó la Constitución para confiscar el cobre, nacionalizándolo. Una semana más tarde (31) pasa por encima de las disposiciones constitucionales y nacionaliza la banca y, a los pocos días anuncia la creación de tribunales populares, modelo dolorosamente recordado por las naciones que sufrieron las “checas” particulares.

En las revoluciones liberales y marxistas, es muy frecuente ver tribunales populares que buscan eliminar a los supuestos “enemigos de la revolución”.

Pero sus colegas no estaban contentos y, siguiendo el modelo soviético, le acusaban de ser “demasiado burgués” en sus confiscaciones y colectivización. El grupo terrorista MCR, desprendido del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), insulta a Allende llamándole “blando” en su reforma agraria y llama a la toma de propiedades sin mediar sentencias. En marzo Allende declara a Regis Debray que reformará la justicia para acelerar el proceso de sovietización.

Jules Regis Debray, filósofo y periodista francés, conoció de primera mano los planes de sovietización que Allende traía para Chile

Precursor de los dictadores contemporáneos, no se contentó con controlar la banca y el poder judicial: avanzó sobre la libertad de expresión, apoderándose de la prensa e impidiendo las transmisiones de televisión regional. En sus propias palabras: "La obligación del periodista revolucionario no es servir a la verdad, sino a la revolución".

En mayo decretó la confiscación y desalojo de empresas textiles, que fueron asaltadas por bandas armadas. Al mes siguiente, el mismo Frei que hizo de Kerensky chileno, exigió la disolución de las checas. El gobierno apoyó e impulsó la confiscación popular, particularmente de tierras agrícolas.

El clima e intención de Allende fue, el 1 de julio de 1972, explicitado por el ministro de Justicia: “La revolución se mantendrá dentro del derecho mientras el derecho no pretenda frenar la revolución”.

Al mes siguiente, el Congreso del partido Socialista declara: “este estado burgués no sirve para la construcción del socialismo (...) es necesario destruirlo y conquistar todo el poder”.

Continuando la doctrina roja características de donde quiera se haya hecho del poder, el país comenzó a sufrir el flagelo del empobrecimiento, desabastecimiento y del hambre. El pueblo, acostumbrado a los frutos de una economía creciente y rica en producción, se rebeló. La humillación que significó la imposición de un cartón acreditativo de pertenencia a las “Juntas de Apoyo Popular” (JAP) para acceder a comida, vestimenta, medicamentos e insumos, superó a una ciudadanía caracterizada por su carácter pacífico. El mercado negro –provisto muchas veces por el mismo gobierno– era el único medio de acceso a bienes elementales como artículos de aseo, carne o combustible

Durante el año 1972 la población se levantó activa en protestas y manifestaciones de rechazo. El repudio antiallendista llenó las calles pese a las razzias bolcheviques de grupos armados revolucionarios que agredían violentamente a los manifestantes. Cadenas, palos, bombas molotov e incluso patatas con incrustaciones de hojas de afeitar eran lanzadas contra mujeres, trabajadores y niños. Pero no fueron sólo los ciudadanos comunes. Los trabajadores, supuestamente representados por la izquierda, también se rebelaron. Los mineros de la mina de cobre de Chuquicamata –la mayor mina a tajo abierto del mundo- o los del carbón, los envasadores de refrescos, los fabricantes de electrodomésticos y hasta cincuenta mil pequeños propietarios de comercios de la capital se opusieron al gobierno de izquierda. La violencia de agosto dio el punto de quiebre. Los grupos armados se enfrentaban a tiros con las fuerzas policiales y las confiscaciones “populares” aumentaron. El masivo paro de transportistas demostró la cohesión nacional en contra de Allende, quien declaró “subversiva” la protesta.

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Con mano de hierro e indiferente al clamor popular, el dictador socialista afianzó su poder e inició una gira por la Unión Soviética, Cuba, México y Argelia, donde aprovechó de reiterar su apología del crimen y fraternidad con las dictaduras comunistas. Moscú expresó internamente su preocupación por el costo político nacional e internacional de la cubanización de Chile expresada personalmente por Allende y sus secuaces.

Entre 10.000 y 15.000 guerrilleros revolucionarios provenientes de todo el mundo estaban asentados en Chile a principios de 1973. Fidel Castro, cómodo en el clima sovietizado viaja a Chile y permanece casi un mes, escoltado por el general Pinochet, mientras tramaba con Allende la imposición de la nueva Rusia sudamericana. El pueblo, indignado con la estadía y enfrentado a la miseria gritaba, hambriento: “¡Fidel! ¡A la olla! ¡Aliñado con cebolla!” y “¡Si no se va Fidel, no va a comer ni él!”.

En mayo de 1973 Allende declara que “En un período de revolución, el poder político tiene derecho a decidir en último recurso si las decisiones judiciales se corresponden o no con las altas metas y necesidades históricas de transformación de la sociedad, las que deben tomar absoluta precedencia sobre cualquier otra consideración. En consecuencia, el Ejecutivo tiene derecho a decidir si lleva a cabo o no los fallos de la justicia”.

El 26 del mismo mes la Corte Suprema denuncia la violación de los derechos constitucionales y de la legalidad practicadas por el gobierno. Y se pronuncia con énfasis: “Chile se encuentra en un estado inminente de desaparición de la legalidad”.

La radicalización del allendismo llegó a su paroxismo a poco más de dos años de iniciado el terror rojo en Chile. En junio de 1973 el diputado socialista Mario Palestro llama públicamente a la “violencia revolucionaria”, proponiendo a las checas marchar a las zonas “no populares” donde “serían fusilados quienes no sean obreros ni campesinos”.

Por su parte, el principal ideólogo del Partido Comunista, Volodia Teitelboim, afirma que si la guerra llegara “probablemente significaría la pérdida de numerosas vidas humanas, probablemente entre 500.000 y un millón”.

En medio de este clima de terror, el poeta Pablo Neruda, homenajeado con el Premio Nobel, cantaba alabanzas:

“Unión Soviética, si juntáramos
toda la sangre derramada en tu lucha,
todo lo que diste como una madre al mundo
para que la libertad agonizante viviera,
tendríamos un nuevo océano
grande como ninguno
viviente como todos los ríos,
activo como el fuego de los volcanes araucanos.
En este mar hunde tu mano
hombre de todas las tierras,
y levántala después para ahogar en él
al que olvidó, al que ultrajó,
al que mintió y al que manchó,
al que unió con cien pequeños canes
del basural de Occidente
para insultar tu sangre,
Madre de los libres...”

No amedrentaba el bardo. Despreciando el sufrimientos de cientos de millones de personas y la esclavización de naciones enteras, escribía:
 
“Stalinianos. Llevamos este nombre con orgullo.
Stalinianos. Es esta la jerarquía de nuestro tiempo.
En sus últimos años la paloma
La Paz, la errante rosa perseguida, se detuvo en sus hombros
y Stalin, el gigante, la levantó a la altura de su frente.
Así vieron la paz pueblos distantes”.

Y agrega en “Las uvas y el viento”

“Junto a Lenin
Stalin avanza
Y así, con blusa blanca
Con gorra gris de obrero
Stalin,
Con su paso tranquilo
Entró en la Historia acompañado
de Lenin y el viento...”

Neftalí Reyes Basolalto, alias “Pablo Neruda”, fungía como bardo de la dictadura de Allende, al mejor estilo del estalinista culto a la personalidad.

El 22 de agosto la Cámara de Diputados declara: “es un hecho que este gobierno había decidido, desde el principio, conquistar el poder absoluto (...) para implantar un estado totalitario”. Faltaron dos votos para procesar a Allende. Al día siguiente -por una mayoría de dos tercios- llama a Allende a respetar la Constitución y las leyes y “restituir la normalidad democrática del país”.

Allende, a esa altura de su breve mandato, había nacionalizado la mayoría de las empresas de cierta importancia, comenzando por su intento castrista de colectivizar la banca para controlar el crédito y asfixiar a los enemigos de su revolución. Se confiscó -por orden de los partidos socialista y comunista- cada empresa que pusieron en mira, ante la mirada impotente de las fuerzas policiales, amordazadas y maniatadas por el dictador, y del mismo modo se tomó posesión de las tierras agrarias, confinándolas a la improducción y hambruna consiguiente.

Su política monetaria apuntó a la destrucción de la economía de la población, emitiendo billetes sin respaldo para aniquilar el ahorro privado.

Antes del fin de agosto el Colegio de Abogados declara en un informe que, conforme al artículo 43 de la Constitución Nacional, Allende se encuentra incapacitado para ejercer la Presidencia de la Nación.

A principios de septiembre de 1973 la inflación superaba el 1.000%, fenómeno inconcebible en la historia de una Nación tradicionalmente respetada por su estabilidad económica y acento comercial. El déficit público alcanzaba el 50% del PIB.

La respuesta del dictador rojo no fue el acostumbrado desprecio por las instituciones y dejar sin respuesta los llamados de los organismos públicos y de representación popular. Esta vez Allende responde agresivamente violando totalmente la Constitución, al proyectar un referéndum a celebrarse en dos semanas, el 11 de septiembre. Esperaba con esto el “respaldo legal” para disolver el Congreso y convocar a elecciones populares.

Las fuerzas armadas -al margen del conflicto hasta el momento- reaccionaron resguardando la Constitución y la legalidad nacional tal como ordena su juramento de armas. Las brigadas armadas de la “Unidad Popular” (UP) estaban siendo entrenadas personalmente por agentes cubanos y el escandaloso ingreso en masa de guerrilleros de diversas nacionalidades, respaldadas por armamento de guerra, preparaban un golpe sangriento que diese cumplimiento a las exigencias socialistas de cubanizar a Chile.

Ese domingo 9 de septiembre, en medio de la angustia popular y la intolerable carencia de alimentos, combustibles e insumos de toda especie, los responsables de las fuerzas armadas intercambiaron una misiva para restaurar el orden y garantizar la convivencia cívica para el martes 11 de septiembre a las 6 de la mañana.

Estados Unidos, temeroso de la cubanización del país pero receloso de intervenir, obró a última hora, cuando la situación era insostenible. En la mañana del 10 de septiembre buques norteamericanos anclaron sigilosamente al sur de la nación, para proveer auxilio en caso de ser necesario. A las cuatro de la tarde un grupo de navíos chilenos marchó al encuentro de la pequeña flota de refuerzo apostada en el sur y el convoy ingresó a Valparaíso bajo la protección de la noche. A las tres de la madrugada, desembarcaron las tropas de elite, tomando posesión de las comunicaciones, arrestando en su domicilio al Almirante Moreno y confinando a los activistas de riesgo en los barcos. Coordinadas a la perfección, las tácticas antisubversivas tuvieron lugar con precisión en las otras regiones del país, donde se procedió a detectar, confinar o ejecutar a los elementos más peligrosos.

Santiago, capital de Chile, fue abordada con otra táctica militar, centrada en el impacto estratégico y mínimo de derramamiento de sangre, pese a estar desde constituido, hacía tiempo, el “cordón de hierro” en torno a la capital por las brigadas revolucionarias armadas.

En la capital se operó directamente sobre Allende, quien despertó a las seis de la mañana con avisos telefónicos advirtiéndole que el ejército se dirigía directamente al Palacio de La Moneda. Una hora después, rodeado de la guardia personal ofrecida por Castro para su seguridad, llama a su esposa para despedirse. A las nueve de la mañana se dirige a los auditores de las dos únicas radios -de las 29 que había- que aún no estaban bajo control del ejército. Allí rajó sus vestiduras proclamando su amor y respeto por la Constitución y las leyes, y deploró la “traición de sus generales”. Y confió que, no pudiendo detener el operativo militar, sus sucesores se encargarían de revertir el retroceso revolucionario.

Concluido el discurso recibió un llamado del vicealmirante Carvajal otorgándole todas las garantías para que pudiese retirarse del palacio -y dirigirse fuera del país- si renunciaba. Allende se negó. Una segunda llamada le advirtió que a las 11 de la mañana el Palacio sería atacado por la aviación. Pese a que las fuerzas armadas retrasaron casi una hora el ataque para dar oportunidad a la renuncia, minutos antes de las doce del mediodía dos aviones Hunter Hawk dispararon. Los misiles estratégicos ingresaron por las ventanas específicas señaladas por la Comandancia para dar un efecto psicológico. El Palacio permaneció íntegro, salvo las llamas de un incendio. El Regimiento de blindados N° 2, actuó contra el Palacio. Los partidarios de Allende huyeron y se refugiaron, ofreciendo escasa resistencia, impactados por un operativo bélico que hacía gala de una táctica perfecta y fuerte cohesión de los hombres.

Aunque la izquierda chilena alega que el Palacio de Gobierno de Chile fue bombardeado sistemáticamente, EN REALIDAD SÓLO FUE ATACADO POR DOS MISILES; Y HUBO UN INCENDIO QUE NO GUARDA NINGUNA RELACIÓN

Resulta interesante releer el trabajo de investigación de Alain Ammar, experto en Latinoamérica, en su libro “Cuba Nostra, les secrets d´Etat de Fidel Castro”, en su análisis de las declaraciones de dos agentes de inteligencia cubanos: Daniel Alarcón y Juan Vives. El primero, alias “Benigno”, fue terrorista militante junto del Che Guevara en Bolivia. En la obra Ammar devela un impactante secreto respecto a la muerte del tirano chileno: asegura que Allende ni se suicidó ni murió bajo las balas de los “golpistas”, sino que en verdad fue ajusticiado en manos de uno de los agentes de sus guardaespaldas castristas.

Según la inteligencia cubana, Allende fue asesinado ¡POR SU PROPIO GUARDAESPALDAS proporcionado por los Castro!

La impactante declaración se oye de labios del sobrino de Osvaldo Dorticós Torrado, presidente funcional a Castro en los primeros días del golpe sangriento en Cuba. Vives, ex agente secreto del dictador caribeño, recuerda a Allende corriendo por los pasillos del segundo piso del Palacio de Gobierno, preso del miedo gritando: "¡Hay que rendirse!". Pero antes de que tomase una medida, el agente de Fidel y encargado directo de la seguridad del mandatario chileno, Patricio de la Guardia, esperó que Allende regresase a su gabinete y le disparó una ráfaga de ametralladora en la cabeza y acomodó entre las manos del mandatario un fusil regalado por Castro. La posición del cuerpo y trayectoria de los proyectiles fueron confirmadas posteriormente por el médico personal del dictador chileno. De la Guardia regresó al primer piso del Palacio -ya en llamas- y, reuniéndose con el resto de agentes castristas se dirigieron sin mayores problemas a la embajada cubana donde se asilaron. Ya en Cuba estuvo implicado junto con su hermano -Tony- en la parodia judicial del General Ochoa, pero no fue fusilado con los demás, presumiblemente por temor a que un documento comprometedor respecto a la muerte de Allende –depositado en un banco panameño- fuese develado en caso de la muerte del ex agente.

Esa jornada histórica no sólo destacó por el impecable asalto aéreo al Palacio de Gobierno. Ese 11 de septiembre fue marcado sobretodo por el mayoritario apoyo popular, que festejó en calles y viviendas el fin de los mil días más negros y dolorosos de su historia. La resistencia armada continuó los años siguientes en manos de guerrilleros que causaron bajas civiles y militares, obligando a las nuevas autoridades a reforzar las medidas de prevención, donde, sin duda, pudieron cometerse excesos al calor de las amenazas de la época y la herida abierta por los años anteriores. Sin embargo, el compromiso del gobierno militar de restaurar la legalidad y retornar a manos civiles el poder fue una garantía que se cumplió cabalmente a través de elecciones democráticas.

El gobierno del General Augusto Pinochet Ugarte, si bien cometió algunos excesos para prevenir el aumento del caos social generado por los socialistas, trajo a Chile más seguridad, restableció la prosperidad y la paz del país como garantía de un Estado fuerte dirigido por el Derecho y la Ley.

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El operativo militar del 11 de septiembre dejó un saldo de apenas doscientos muertos. Según fuentes de la izquierda, durante todo el período militar, desde el pronunciamiento de 1973 hasta las elecciones democráticas de 1989, sufrieron muerte cerca de 3.000 personas, de ambos bandos.

A un mes del pronunciamiento cívico militar, el dirigente kerenskista democratacristiano y luego primer presidente de la República tras las elecciones convocadas por el entonces Presidente Pinochet, declara al diario La Prensa, el 19 de octubre de 1973:

La verdad es que la acción de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de Carabineros no vino a ser sino una medida preventiva que se anticipó a un autogolpe de Estado, que con la ayuda de las milicias armadas con enorme poder militar de que disponía el gobierno y con la colaboración de no menos de diez mil extranjeros que había en este país, pretendían o habrían consumado una dictadura comunista”.

Eduardo Frei, quien llevó al poder a Allende e implantó las bases de la revolución socialista en Chile, escribía -al mes siguiente- al presidente de la Democracia Cristiana Internacional,

Trataron de manera implacable de imponer un modelo de sociedad inspirado claramente en el marxismo-leninismo. Para lograrlo aplicaron torcidamente las leyes o las atropellaron abiertamente, desconociendo los Tribunales de Justicia (…). En esta tentativa de dominación llegaron a plantear la sustitución del Congreso por una Asamblea Popular y la creación de Tribunales Populares, algunos de los cuales llegaron a funcionar, como fue denunciado públicamente”.

Eduardo Frei Montalva (que en su mandato 1964-1970 abriera el camino al radicalismo comunista de Allende), terminó reconociendo que aquél era un tirano estalinista.

Sus palabras fueron posteriormente confirmadas por el Partido Democratacristiano:

Cuando nos asesinaron a Pérez Zujovic pedimos que el Ejército se hiciera cargo de la investigación, enfrentamos a la UP propiciando una ley de Control de Armas y pidiendo a través de la Cámara de Diputados que las Fuerzas Armadas intervinieran, nuestros líderes Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin Azócar declararon que era imprescindible su actuación, una vez ya producida”.

No es de extrañar el posterior resumen que hizo el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR:

“Desde 1965 optamos por la vía armada, asaltamos bancos y pusimos bombas, organizamos nuestros frentes campesinos, de trabajadores y estudiantiles, nos tomamos cientos de fábricas y fundos, nos juntamos con el PS en el GAP, admiramos como los socios de la VOP asesinaban a Pérez Zujovic, tratamos de infiltrar el Ejército, resistimos desde el 73 y especialmente el 74, nos rehicimos más adelante para asesinar a numerosos militares y funcionarios del régimen de Pinochet”.

Una revisión, como se ve, coherente con la proclamada por el Partido Comunista de Chile, que declaraba:

“Desde mediados de los ‘60 organizamos nuestros cuadros paramilitares, apoyamos la invasión armada de Checoeslovaquia el ‘68, fundamos brigadas de choque e hicimos acopio de armamento desde el ‘70, nos tomamos cientos de fábricas y fundos, mantuvimos diarios que predicaban el odio día a día, resistimos desde septiembre de 1973, organizamos el Frente Manuel Rodríguez, introdujimos decenas de miles de armas el 86, atentamos contra Pinochet y asesinamos a numerosos militares y funcionarios de su régimen”.

Fuertes palabras que fueron corroboradas por el Partido Socialista, desde donde militaba Allende, en una revisión histórica:

“Desde 1965 en Linares y 1967 en Chillán optamos por la vía armada, organizamos nuestras milicias paramilitares y nuestras brigadas de choque, nos vinculamos con el MIR en el GAP, amparamos a miles de cubanos castristas, recibimos enormes ayudas de Fidel, nos tomamos cientos de fábricas y fundos [haciendas], tratamos de infiltrar la Armada, resistimos desde septiembre de 1973, retornamos en masa para organizar la protesta urbana en los ‘80, asesinamos numerosos militares y funcionarios del régimen de Pinochet”.

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Sin embargo, 30 años después, la izquierda restaurada en su sitial de poder, reescribe la historia, omite los hechos y pinta una apología allendista totalmente desconectada de la realidad. Esa leyenda áurea, a falta de trovadores soviéticos de la bajeza de un Pablo Neruda, contó esta vez con un apoyo mucho más precioso: milicias periodísticas y asesores de imagen y comunicaciones que triunfaron incruentamente sobre la población.

Declarar que Chile vivió mejor sin Allende, o que por su política y pensamiento Allende fue otro Hitler, es decir poco a la hora de hablar, con seriedad, de la historia.

domingo, 23 de febrero de 2014

LAS HEREJÍAS DE MARÍA VALTORTA

Finalizando nuestro artículo sobre la condenación eterna de Martín Lutero (de maldita memoria), habíamos escrito que María Valtorta fue una hereje notoria e impenitente. Y en respuesta a los comentarios que se han presentado respecto de ella, decidimos rescatar del archivo de la ASOCIACIÓN MARIANA APOSTÓLICA SACERDOTAL un artículo en el cual se analiza “El hombre Dios”, que funge como la obra cumbre de esta supuesta vidente, llegando el columnista a la conclusión de que la obra contiene horribles errores que aún un niño de catequesis puede descubrir por sí mismo.
   
Ítem lo anterior, tomamos como prólogo el comentario SOBRE EL IMPRIMATUR, publicado por Sofronio en TRADICIÓN DIGITAL, a fin de comprender qué grave es conceder aprobación eclesial a cualquier escrito, y cómo los conciliares han pisoteado la obligación de vigilar que el Rebaño se vea libre de cualquier doctrina extraña; y la condena que emitió el Santo Oficio en 1960 contra las obras de Valtorta.
  
PRÓLOGO: SOBRE EL IMPRIMATUR (Comentario de Sofronio en TRADICIÓN DIGITAL)
Los libros de Valtorta fueron puestos con seguridad en el Indice de libros prohibidos, publicado el 6 de enero de 1960 en L’Osservatore Romano. Es decir, antes del Concilio. Tampoco fueron aprobados en la época del buen papa Pío XII.
 
Todavía el 17 de abril de 1993, el Cardenal Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación de la Fe, según consta en el Prot. N. 144/58i dice que no debe ser considerada de origen sobrenatural: “Las “visiones” y “dictados” referidos en el trabajo, El Poema del Hombre-Dios, son simplemente la forma literaria utilizada por el autor para narrar en su propia forma la vida de Jesús. No pueden ser consideradas de origen sobrenatural”.
 
Luego vino el imprimatur de la jerarquía ecuménica a favor de la unidad de todas las religiones porque es más lo que nos une que lo que nos separan, según dicen estos traidores:
 
El 17/3/1993 Mons. Soosa Pakiam, de Malayalam, India, concedió un imprimatur; y en febrero de 2012 dio el Nihil Obstat y el Imprimatur nada menos que a una web –sí; si; leen ustedes bien, a una web- dedicada a publicarlo, la cual pueden modificar los administradores a su gusto (como todo el que tenga un simple blog gratuito sabe).  
¡Ya le manda hacer tal ridículo! Esto indica la seriedad de estos necios, cuyos imprimátur ya no sirven de nada; ya no son criterios de la fe o costumbres católicas. Mañana darán su imprimatur a un mensaje de texto mandado por móvil ¿De qué sirve el imprimatur de un obispo que esté de acuerdo con el putimonio, la comunión de los divorciados vueltos a casar, y que dice que el budismo, por ejemplo, es un camino de salvación? ¿Qué fe católica puede poseer ese obispo? Ninguna. Pues, en fin, el imprimatur sirve para confirmar o que es un recurso literario usado por la autora como dijo Ratzinger, o un fruto de su mente obsesionada, que son la mayoría, o de origen pretarnural, ya que el diablo anda siempre bscando a quien devorar.
 
Estos obispos han demostrado que no confirman en la fe católica; luego no se les puede hacer caso. Son capaces de dar el imprimatur al Manifiesto comunista de Engels y Marx y hasta de alabarlo, ahora que está el ‘amigo de los pobres’ en santa Marta con el Defensor de la Fe, Müller, amigo de los teólogos de la Liberación.
  
 Tomado de los archivos de la ASOCIACIÓN MARIANA APOSTÓLICA SACERDOTAL.
 
“EL HOMBRE DIOS” - FALSEDAD O MENTIRA DE MARIA VALTORTA
  
Opúsculo escrito por Anselmo de la Cruz en 1998, y publicado por la Editorial Esencia en San José de Costa Rica.
  
APRECIACIÓN GENERAL
 
La obra de María Valtorta presenta tantas irregularidades que es difícil entender como es que ha podido tener aceptación en los medios católicos, aún tradicionalistas, al parecer. En general, por las herejías que sustenta -y otras cuestiones negativas adyacentes-, no comprendemos como pudo ser aceptada por sacerdotes de formación antigua, como un Romualdo Migliorini asistente espiritual de Valtorta, y un Fray Juan de Escobar, avalador de las ediciones de la obra, por lo menos de 1976.

María Valtorta
  
O bien no leyeron éstos detenidamente los escritos de María Valtorta –lo cual es difícil de suponer, dada la seriedad de la cuestión–, o actuaron –y actúan como Escobar– como cómplices de la propagación de una obra que presenta gravísimos errores en materia de fe. Sea como fuere, en la obra de Valtorta hay un misterio de complejidad con la herejía, que envuelve en particular últimamente a los “comentaristas” de la obra que evidentemente son postconciliares, y que en notas al calce de las páginas insertan comentarios haciendo notar la coincidencia de muchas doctrinas de María Valtorta con los errores del Vaticano II.
 
El asunto es que a través de varias ediciones producidas últimamente por un llamado “Centro Editorial Valtortiano”, central de la edición en varios idiomas de “El hombre Dios”, la obra está recibiendo amplia difusión.
 
El editor, el señor Emilio Pisani, en compañía de Fray Escobar, traductor al castellano de la obra, confía evidentemente en la ignorancia de los católicos (aunque las herejías fundamentales de la obra son evidentes hasta para un niño del catecismo) para conseguir, como lo ha estado haciendo hasta hoy, el éxito de librería de la obra de Valtorta.
  
Es preciso hacer notar algo importante respecto a las ediciones de la obra de Valtorta. En ninguna de las ediciones en castellano –desde 1976– aparece constancia de la Censura Eclesiástica. Ciertamente para nosotros, católicos, la actual “censura” de libros no merece credibilidad. Por cierto que, con ella hicieron un astuto juego los postconciliares, suprimiéndola por unos años después del Vaticano II para dejar correr las herejías, y renovándola posteriormente a su manera. La censura válida para nosotros es la que se hace de acuerdo con los criterios de la fe y la moral católicas. Ahora bien, en la edición de 1976, –en castellano, que es la que tenemos a la vista junto con la de 1989–, no aparece ninguna Censura o “Nihil Obstat”. Conocemos la ligereza de los postconciliares en esto de la censura, pero lo que hay que hacer notar, repetimos, es el hecho de que valiéndose de los textos de la Valtorta para apoyar las doctrinas del Vaticano II, no aparezca el apoyo de la Censura postconciliar. ¿No han querido comprometerse para poder dejar la puerta abierta a una autodefensa ante la acusación de herejes cómplices del libro que por otra parte comenta favorablemente? Bien que ellos así son. Mas no deja de ser un dato interesante.
 
Por otra parte, se dice en la Introducción a la edición en castellano de 1976, que María Valtorta “el 18 de abril de 1949, ofreció a Dios el sacrificio de no ver la aprobación de su obra, uniendo a este sacrificio el precioso don de su inteligencia”. Esto significa evidentemente o da a entender, que la obra de Valtorta fue sometida a censura y no logró la aprobación eclesiástica. Eran los tiempos de S.S. Pío XII; y repite el P. Escobar: “María no pudo tener la satisfacción de ver que su obra era aprobada” (Pág. 9). No explica si por fin la obra tuvo o no la aprobación. Pero tratándose de una cuestión tan seria, lo menos que podía hacer Escobar es consignar la fecha de la aprobación, si es que la hubo posteriormente, después de aquel rechazo de 1949. Que hubo rechazo de la obra por parte de la autoridad eclesiástica, lo indica claramente Escobar al mencionar el sacrificio de Valtorta, y la fecha que seguramente fue en la que recibió la negativa: el 18 de abril de 1949. Los motivos para el rechazo en aquel entonces, eran más que suficientes.

Pío XII rechazó la obra de María Valtorta en 1949, por los errores doctrinales contenidos en la obra "Poema del Hombre-Dios"
 
SOBRE LAS LEYES CANÓNICAS DE LA SANTA IGLESIA RESPECTO A LA CENSURA ECLESIÁSTICA DE LIBROS, ESCRITOS DIVERSOS, REVELACIONES, ETC…

Lo que en el Código de Derecho Canónico se expresa –el antiguo– sobre la publicación de libros, artículos, textos de revelaciones privadas, imágenes religiosas, todo tema religioso, en fin, está contenido en los cánones del 1384 al 1400 principalmente. Ahí se dice:
1.- Que la Santa Iglesia tiene derecho de exigir que los fieles no publiquen libros que ella no haya previamente examinado, y a prohibir con justa causa todo lo que haya sido publicado sin su autorización por cualquier persona.
 
2.- Todos los escritos antes de su publicación deben ser aprobados por el obispo de la diócesis dentro de la cual se publica la obra. Este obispo tendrá nombrado un censor de oficio, clérigo dedicado a examinar el contenido de lo que se piensa publicar, para determinar si no contiene errores contra la fe y costumbres. Una vez aprobada la obra se incluirá en las primeras páginas el Nihil Obstat con la firma del censor y aprobación del obispo. También se expresa con la frase “Con las debidas licencias o Imprimatur” –puede imprimirse–. Si la obra presentada para ser examinada contiene algún error es rechazada y se niega la aprobación, por lo cual el autor no puede publicarla, o si la publica sin la constancia de censura incurre en grave delito al que se refiere el Canon Núm. 2318 que dice:  
2318. Incurren en excomunión ipso facto reservada de un modo especial a la Santa Sede, una vez que la obra es del dominio público, (ipso facto quiere decir sin necesidad de ninguna declaración) los editores de libros apostatas, herejes o cismáticos, en los que se defiende la apostasía, la herejía o el cisma y asimismo los que defienden dichos libros u otros prohibidos nominalmente por letras apostólicas, o los que a sabiendas y sin la licencia necesaria, los leen o los retiene en su poder. (Sin la licencia necesaria significa que a determinadas personas cuyo criterio católico es confiable, la Iglesia puede conceder la lectura de libros prohibidos en particular para estudiarlos para su refutación).
 
Los autores y editores que sin la debida licencia, hacen imprimir libros de las Sagradas Escrituras o sus anotaciones y comentarios, incurren ipso facto en excomunión no reservada.
  
Ahora bien, aquí cabe una observación: en la actual situación de la Iglesia ¿a qué nos atenemos los católicos respecto a los libros que se publican sin licencia?... En primer lugar, hay que tener en cuenta la intención con la que escriben los sacerdotes y laicos que al momento presente escriben en defensa de la Fe católica y de la Iglesia verdadera. Esta intención conlleva ya el deseo de conformar sus escritos con la Doctrina verdadera. Por lo general, son personas preparadas doctrinalmente que han podido detectar los errores de la Iglesia postconciliar, y han comentado unos con otros los mismos temas. El Magisterio de la Santa Iglesia ha determinado clara y abundantemente a través de veinte siglos cuál es la recta Doctrina, de modo que no es difícil compararla con las novedades heréticas, colaborando a que la Doctrina verdadera se mantenga y los fieles logren rechazar los errores. Pero además, hay que hacer notar que siendo el deseo manifiesto de los escritores tradicionalistas defender la Fe, seguramente todos están dispuestos, si se les hace notar algún error, a conformar su pensamiento con el de la Santa Iglesia. Esto vale por la situación presente en que quedaría un inmenso hueco sin llenar, de no existir quien tomase la defensa escrita de la Doctrina; mucho antes de aparecer los cánones censurando los libros, millares de católicos escribieron difundiendo y defendiendo la Fe. La censura se hizo necesaria en particular al aparecer los errores difundidos por Lutero.
  
La censura eclesiásitica, si bien existía desde los primeros siglos, se hizo más urgente y necesaria tras aparecer la herejía luterana
 
Ahora bien, más que nunca son válidos los cánones que previenen contra libros heréticos que personas con una elemental cultura religiosa pueden detectar, y es deber de quienes pueden comprobar comparándolos con la doctrina verdadera, que una obra o escrito contienen herejías, al advertir sobre todo en este momento acerca de dichos errores. La manera de probar con seguridad, es comparar la doctrina errónea con la Doctrina de la Iglesia. Esta prueba es irrefutable de por sí.
 
VOLVIENDO A LA OBRA DE MARÍA VALTORTA
 
Aquí se trata de un comentario a su obra, haciendo notar los errores, algunas herejías, en que ella incurre, comparadas con la Doctrina de la Santa Iglesia. No se trata de un juicio de su personalidad ni de su intención, sólo de hacer notar lo que una censura eclesiástica normal no aceptaría de sus escritos.
 
Una observación más antes de pasar adelante. En este comentario queremos recordar que la Santa Iglesia no obliga, sino que deja en libertad a los católicos de aceptar o no las revelaciones privadas. Lo único que está obligado un católico a aceptar son los dogmas de la Fe.
 
Por otra parte, la Santa Iglesia reconoce que hasta en los escritos de los ya llamados “siervos de Dios” es posible que se encuentren errores. “Siervos de Dios” son aquellos cuyos juicios para la posible beatificación se ha iniciado, y cuyas personas y vida pueden ser dados a conocer. No obstante, en su constante solicitud por mantener libre de error la manifestación de la Fe incluso en los escritos de estos siervos, la Iglesia somete estos escritos a una Comisión especial sobre cuyo resultado dictamina el mismo Romano Pontífice, quien decide según el resultado si puede o no llevarse adelante la causa. Por lo general se ha encontrado que los escritos –si estos hubieran sido publicados durante la vida del autor– ­no contienen error alguno, mas son sometidos a estudio los inéditos principalmente, dado que en general los siervos de Dios que han escrito lo han hecho con abundancia, aunque no todos incluyen revelaciones. “Los escritos de los Siervos de Dios en los cuales se encuentre alguna cosa que pueda escandalizar a los fieles, o no conformes con la fe, son juzgados en última instancia por el Romano Pontífice, quien decide si se puede o no seguir adelante”. (Canon 2071, Derecho Canónico)
 
Pero hay algo más sobre lo cual juzga la Santa Iglesia en su solicitud. El Canon Núm. 2072 dice que “El juicio favorable del Romano Pontífice no constituye la aprobación de los escritos, ni es obstáculo para que el Promotor de la fe y los consultores, puedan y deban proponer en la discusión de las virtudes las objeciones sacadas de los escritos del Siervo de Dios”. Aclaramos en este caso que el Papa no está definiendo sobre cuestiones de fe y que, por lo tanto, de los errores encontrados en el escrito considerado, no puede deducirse nada que implique la aprobación del Vicario de Cristo de tales yerros. Tal es, en una palabra, lo que la Iglesia determina sobre escritos, y por lo mismo revelaciones privadas, –supuestamente revelaciones– de los que escriben sobre cuestiones religiosas en particular de orden místico.

Ya se dijo que el proceso para la beatificación y canonización es un caso intermedio en la cuestión de la Infalibilidad papal
  
En última instancia, no es por sus escritos (aunque su contenido cuente mucho para el caso) por lo que la Santa Iglesia canoniza a un individuo, sino por sus virtudes que se tiene que demostrar que practicó heroicamente. La cuestión de sus escritos es cosa secundaria aunque mucho cuenten, sobre todo si hizo con ellos durante su vida labor apostólica y pueden ser útiles para la promoción de la vida espiritual y difusión de la Fe o su defensa.
 
La Iglesia toma mucho en cuenta la actitud general que respecto de la obediencia a la misma tuvo durante su vida el escritor, y si en el caso de los Siervos de Dios se puede suponer que si escribió algún error se retractaría si estuviera en vida. Respecto a las revelaciones (supuestas) privadas, podemos demostrar cómo aún en el caso de los santos pueden ser falsas; tal es el caso de San Vicente Ferrer, (año 1415) quien siendo eminente defen­sor de la Iglesia en su tiempo, cayó en el error de predicar que el fin del mundo estaba cercano, lo cual creyó la mayoría de la cristiandad, habiendo resultado falso el anuncio. Esto nos puede prevenir contra predicciones semejantes.

San Vicente Ferrer, si bien fue insigne defensor de la Iglesia, creyó que el Fin de los Tiempos sería a mediados del siglo XV (lo cual era falso).
   
Por último, podemos recordar que el gran Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia, quien abundantemente escribió sobre cuestiones de Fe y también místicas, queriendo permanecer en fidelidad a la Iglesia y previendo que en sus escritos pudiera hallarse algún error contra la Fe (que por otra parte jamás se encontró), no obstante su gran sabiduría, con gran humildad escribió como culminación de su obra escrita lo siguiente, que resumimos: “Someto al juicio de la Santa Iglesia todos mis escritos”. Este ha sido posteriormente durante siete siglos el lema de muchos escritores católicos, que de antemano manifiestan someterse a este juicio para no quedar fuera de la Santa Iglesia por algo involuntario.

Santo Tomás de Aquino, con todas las luces místicas que Dios le concedió, sometió sus obras al juicio de la Iglesia (la cual aprobó TODOS sus escritos)
   
En el caso que tratamos de María Valtorta, queremos suponer que ella con buena fe se hubiera retractado de las herejías que escribió, si alguien con autoridad se las hubiera hecho notar, lo que lamentablemente no sucedió, ni aún por parte de los sacerdotes de formación antigua que la dirigieron espiritualmente e impulsaron. En el caso de los errores de sus obras, lo que es de lamentar no es que ella, por ignorancia, hubiera escrito cosas contra la Fe, sino que aún al presente se difunda su obra, y nada menos que por una casa editora fundada especialmente para esta difusión, careciendo sus obras de censura ninguna ni aún por parte de los postconciliares, que otorgan al presente dicha censura, -aunque ellos tampoco sean de fiar-, pero al menos por la seriedad del caso.
 
Por lo cual es necesario y urgente proporcionar un ligero análisis de los principales errores de esta obra así divulgada.
 
LOS VISIBLES ERRORES CONTRA LA FE CONTENIDOS EN LA OBRA SON LOS SIGUIENTES:
 
1. Asegura la autora que la Revelación divina continúa, y que ella es la continuadora, llamándola el mismo Cristo “mi María Juan”, o sea, una especie de “hermana” de San Juan evangelista, cuya prolongación sería ella, encargada de proseguir y explicitar la Revelación, admitiendo una evolución de los dogmas ya definidos. Esta evolución dogmática está condenada por la Santa Iglesia.

A tanto llega la jactanciosidad de María Valtorta de ser la continuidad de San Juan Evangelista, que en su lápida se inscribió "Divinarum Rerum Scriptrix" (Escritora de cosas divinas) y la imagen de un águila (símbolo de elevada espiritualidad)
 
La Revelación divina que comenzó en el Antiguo Testa­mento, se cierra y clausura con el Apocalipsis de San Juan, donde al respecto escribe el Apóstol: “Yo atestiguo a todo el que escucha mis palabras de la profecía, de este libro, que, si alguno añade algo a estas cosas, Dios añadirá sobre él las plagas descritas en este libro, y si alguno quita algo de las palabras de esta profecía, quitará Dios su parte del árbol de la vida”. (Apoc. 22, 18- 19).
  
El Apocalipsis de San Juan Evangelista es el punto final de la Revelación que todo católico debe creer para salvarse.
  
La Santa Iglesia enseña que la divina Revelación terminó así pues con este libro, que clausura el Nuevo Testamento, y es contra la doctrina de la misma enseñar que la Revelación puede continuar por medio de otros “profetas” o ser explicitada contrariando lo ya definido dogmáticamente.
 
Ningún católico puede, pues, aceptar dicha “prolongación de la revelación” por medio de una “vidente”, quizá ignorante ella misma en su equívoco, de la doctrina de la Iglesia al respecto. La autora asegura haber recibido todo lo que describe y narra como una revelación, no sólo sobre puntos secundarios, sino para aclarar los evangelios mismos, o sea que hasta la venida de ella no teníamos los católicos por medio de la Iglesia una visión clara. Según eso, Cristo mismo diría a la Valtorta acerca de la obra escrita por ella que “esta obra tiene por objeto iluminar ciertos puntos que un conjunto de circuns­tancias han cubierto de oscuridad y forman así unas zonas obscuras en la luminosidad del cuadro evangélico y puntos que parecen fisuras, y no son sino puntos obscurecidos entre uno y otro episodios, puntos indescifrables y en aclararlos está la llave para comprender exactamente ciertas situaciones...”; y así largas parrafadas a favor de la revelación valtortiana que –decimos– no sólo dan la impresión de querer asegurar que algo faltaba a la Revelación, sino de hecho lo aseguran, y esto en boca de Cristo mismo.
   
La Valtorta dice que sus escritos fueron revelados por "Cristo", pero ese "Cristo" que ella presenta tiene algo en sí oscuro, contrario al Cristo verdadero

Es Cristo, según lo que se escribe, Quien asegura en las visiones a la Valtorta, que sus escritos son inspiraciones del Espíritu Santo, y quien exhorta a los lectores –dice– a escuchar a la que llama muchas veces su “pequeño Juan” (por lo del apóstol) o su “María Juan” a manera de identificación de am­bos. El desprecio de la doctrina de la Iglesia que enseña que la divina Revelación terminó con el último Apóstol es evidente, y contradictorio cuando la “vidente” pone en boca del mismo Cristo la contradicción a la doctrina. Por ejemplo, dice que le habla el Señor amonestando a los que leen la obra de ella y no la aceptan por saber que la Revelación está terminada:
Si objetáis que la Revelación terminó con el último de los Apóstoles y no habría nada más que agregar, ¿y si yo me he querido complacer en reconstruir el cuadro de mi caridad divina así como hace un restaurador de mosaicos que repone las piezas deterioradas y que faltan, y quise hacerlo hasta este siglo en que el linaje humano se precipita en las tinieblas...? [...] En verdad deberíais bendecirme, porque he aumentado con nuevas luces la luz que tenéis, y que ya no es más suficiente para ver a vuestro Salvador”. (Págs. 887 y sig. de la obra)
 
Respecto a lo anterior, es verdad que cualquiera puede decirse iluminado por Dios, asegurar que le habla el mismo Cristo, y que le son reveladas cosas. Lo inadmisible es (los mencionados iluminados pueden ser ignorantes, psíquicamente inadaptados, escribiendo tal vez sin mala fe) que herejías y extravagancias sean aceptadas por personas cultas en materia religiosa, y repetimos una vez más, por sacerdotes avaladores de la superchería a sabiendas de que se trata del fruto de una imaginación exaltada, donde la fantasía llega a la negación de la Fe.
 
¡La Santa Iglesia según eso, esperó durante siglos a que apareciera María Valtorta para que continuara y reformara el Evangelio!..., y si esto fuera verdad, claro está que pecaríamos todos los que no podemos aceptar sus explicitaciones, dado que son “divinamente reveladas”. Las páginas de la 879 al final de la obra contienen en particular todas las herejías sobre la Revelación expuestas por la Valtorta, en el capítulo titulado “Despedida de la Obra”.
 
Por otra parte, los editores de “El Hombre Dios”, refiriéndose a la más reciente edición en español de la obra, se salen, como vulgarmente se dice, por la tangente, defendiendo la obra de acusación de herejía (y defendiéndose ellos mismos), afirmando que “toca a la autoridad eclesiástica juzgar si el fenómeno de esta obra se puede o se debe considerar todo o en parte explicar como algo sobrenatural”... En este comentario estamos asegurando que por lo que expone como “revelado”, la autora incurre en herejía manifiesta. Los editores pasan por alto este hecho, –imposible pensar que con desconocimiento de causa, tratándose del Padre Escobar–, y se limitan a asegurar que la Valtorta “no añade ningún dogma” en su obra. No lo añade, decimos, porque no es ella quien tiene que proclamarlo en todo caso, pero con abundancia de pruebas que podemos presentar, arremete contra varios dogmas, no en el sentido de negarlos explícitamente, diciendo “niego esto o aquello”, pero sí inventando doctrinas contrarias a las ya infaliblemente proclamadas como verdades de fe, y en esto es en lo que hay mayor peligro.
 
Los editores, hay que hacer notar, a lo largo de toda la obra no han dejado pasar la ocasión de poner al calce de las páginas abundantes notas en las que se hace notar la coincidencia de las doctrinas de la Valtorta con las del Vaticano II. También acuden en defensa de su visionaria y sus teorías afirmando, que “esta obra pudiera explicarse acudiendo a los carismas ordinarios o extraordinarios de que habla el Vaticano II.” (pág. 888) Y como los carismas son dones reales del Espíritu Santo, claramente se atribuye aquí a la Valtorta el ser una carismática que entra en el cuadro de los inspirados. Este aval a una obra herética es imperdonable por parte de quienes sí deben conocer la doctrina de la Iglesia Católica.
  
Las doctrinas valtortianas coinciden con el deuterovaticano en la herejía y demolición del Dogma de la Fe
  
Los postconciliares están dejando correr la obra de Valtorta seguramente porque es un vivo exponente del evolucionismo dogmático y un auxiliar en la propagación de las herejías postvaticanistas.
  
2. María Valtorta afirma que la Virgen María es después de Cristo, “la Primogénita del Padre”. (Pág. 3, Tomo 1)
  
Alude al “segundo lugar” después del Hijo. Según eso, no sería María la “primogénita”, sino en expresión forzada la “secondogénita”. Esto constituye una herejía, ya que sólo Nuestro Señor, Cristo, es el Unigénito, o sea, el único engendrado por el Padre, consubstancial a Él, según el Credo (Creo en Jesucristo su único Hijo), “Primogénito entre todas las criaturas”, es también Cristo, al participar de la naturaleza humana el Verbo. Pero nunca la Iglesia dio este título o prerrogativa a la Madre de Dios, con todo y reconocer todas sus glorias y grandezas. No puede haber “secondogénitos” del Padre, o sea, igualados al único Hijo. Si Cristo es el único Hijo, se sobreentiende que no puede existir un segundo.

Con todo y reconocer las glorias de Santa María, nunca se debe perder de vista que Jesucristo es el Unigénito de Dios Padre, y que "Fuera de Él no hay otro nombre por el cual podamos ser salvos". (Actas IV, 12)
  
3. María Valtorta sustenta la herejía de la Redención universal incondicional. (Págs. 544, 788)
  
Con esto se hace eco de las herejías del Vaticano II, en particular de ésta que predica Juan Pablo II de quien damos una cita:
Todos los hombres desde el principio del mundo hasta su final, han sido redimidos y justificados por Cristo y por su cruz”. (Signo de Contradicción, pág. 112)
  
María Valtorta manifiesta que le reveló el mismo Jesús a ella que:
La pareja Jesús-María es la antítesis de la pareja Adán y Eva. La primera está destinada a anular todo lo que hicieron Adán y Eva, y devolver el linaje humano al punto en que fue creado, rico en gracia y en todos los dones que el Creador le dio. La raza humana se ha encontrado con una regeneración total, por obra de la pareja Jesús-María que son sus nuevos fundadores. Todo el tiempo pasado ha sido borrado. El tiempo y la historia del hombre empiezan desde este momento en que la nueva Eva, por un cambio de la creación, saca de su seno al nuevo Adán”. (Pág. 544)
 
La doctrina de la Santa Iglesia es como sabemos, que “Cristo Redentor se colocó en sustitución nuestra para expiar, pero el hombre para actuar en sí la salvación obrada por Cristo debe adherirse a Él libremente con la Fe y la Caridad”. (Diccionario de Teología Dogmática, Pietro Parente, pág. 312) Así pues, sabemos que si bien Cristo murió por todos, no todos los hombres se salvan, como explicita el Concilio de Trento al definir la doctrina dogmática de la Eucaristía, sino sólo aquellos que el Tridentino llama “muchos”.

La Crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo fue para que todos los hombres se salvaran, pero no a todos les aprovecha el Sacrificio.
  
4. María Valtorta afirma que Cristo le reveló que la Redención no la consumó Él sino Su Madre. (Pág. 600)
 
He aquí otra herejía, pues si bien la Iglesia considera a María como “corredentora”, de ningún modo ha enseñado que ella haya “consumado” la Redención. Esta la efectuó completamente Nuestro Señor en la Cruz. Pero Valtorta dice que le dijo Jesús: 
“Todos creen que la Redención terminó con mi último aliento. No. La terminó mi Madre, añadiendo la triple tortura para redimir la triple concupiscencia”.
   
La expresión "María Corredentora" debe entenderse en el sentido de que la Santísima Virgen cooperó en modo excepcional en el Plan Salvífico de Dios, pero estando supeditada a Jesucristo, siendo Él quien efectuó la Redención del género humano.
 
No es necesario hacer notar, pues, lo herético de esta afir­mación puesta nada menos que en boca de Cristo. En cuanto a la “triple concupiscencia” que dice que, venciendo, hizo que María consumara la redención, Valtorta afirma a lo largo de su obra que tanto Nuestro Señor como Su Madre sufrieron durante toda su vida “terribles tentaciones carnales” (¡!) contra las que tuvieron que luchar mucho para vencerlas. Sobre esto veremos más adelante.
 
5. Valtorta afirma heréticamente que el pecado origi­nal consistió en el acto sexual realizado por los primeros padres. (Págs. 98, 254, 257, 258)
  
Son prolongadas las "revelaciones" que dice Valtorta tener al respecto, por lo que presentaremos sólo lo elemental de su herejía (pág. 254). Afirma que los primeros padres, Adán y Eva, desconocían la manera de engendrar hijos realizando su unión. Que la procreación se iba a realizar por intervención especial de Dios, sin unión sexual. Que el conocimiento de esta unión les estaba vedado a Adán y Eva, y que fue el motivo o señuelo con el que la serpiente tentó a Eva; en resumen, afirma:
“…Eva se acercó al árbol del bien y del mal, para llegar a conocer este misterio, estas leyes de la vida... Se acercó dispuesta a recibir este misterio, no de la revelación de la enseñanza pura y del influjo divino, sino de la enseñanza impura y del influjo satánico...” “Eva quiso ser semejante a Dios en la procreación...” Añade que el demonio tomó como motivo de la prohibición divina respecto al árbol el negarles Dios a Adán y Eva “ser siquiera libres como los animales” (textual) “ya que la fiera puede amar con un verdadero amor y ser creadora como Dios”. Según eso Dios quería “reservarse para él solo el poder creador”. (Pág. 254)
  
Este es el pecado original según Valtorta
  
No sería necesario repetir más necedades. Baste con añadir que en la descripción que hace Valtorta sobre la tentación del demonio a Eva, dice tales obscenidades que bastarían para despertar al más ignorante de la convicción de que todo esto sea “revelación divina” sobre la cuestión.
 
La doctrina de la Iglesia sobre el pecado original no enseña que éste haya consistido en el acto sexual. Según la exposición teológica de esta cuestión, “Adán y Eva no eran desco­nocedores del uso del matrimonio, pues Adán dice: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán dos en una sola carne” (Génesis 2, 20). En esto obedecían naturalmente al precepto divino: “Creced y multiplicaos”. Lo que sucedió fue, según el Concilio de Orange que trata la cuestión, que “los primeros padres creados en integridad, por causa de su desobediencia perdieron la gracia santificante y demás dones”. Entre estos dones perdidos se hallaba la falta de un desorden en la concupiscencia, o deseo desordenado de los goces sensibles, entre ellos el del goce sexual. El pecado original consistió en un acto de desobediencia que nada tuvo que ver con la sexualidad. Véase por ejemplo una obra accesible como la Teología del Dogma Católico, de Abarzuza (pág. 644)

El Pecado original consistió en desobedecer el mandato de Dios, consistente en alejarse del árbol de la ciencia del bien y el mal. Y el castigo, la pérdida de la Gracia santificante y los dones conexos a ella.
    
Pero Valtorta insiste una y otra vez en la afirmación con detalles que, unidos a otros relatos suyos dizque “revelados” hacen pensar en una inclinación morbosa a tratar lo sexual.

6. Valtorta afirma que tanto Nuestro Señor Jesucristo como la Santísima Virgen sufrieron durante toda su vida terribles tentaciones sexuales, que tuvieron que vencer mediante arduas luchas.
 
En esta afirmación, que dice la escritora que es fruto de una revelación hecha a ella por el mismo Cristo, se encuentra de manifiesto una vez más la total ignorancia de Valtorta de la doctrina dogmática católica en puntos elementales.
 
Ni Jesucristo, Dios hecho hombre, ni la Santísima Virgen pudieron padecer tentaciones porque carecían de lo que la Iglesia llama el “fomes peccati” o inclinación al mal, producto de los efectos del pecado original. Cristo por ser el Hijo de Dios, estuvo como hombre exento de tal inclinación, siendo impecable. La Santísima Virgen como destinada a ser Madre de Dios, por la gracia de su Inmaculada Concepción, concebida sin pecado en orden a su maternidad divina, no tuvo las consecuencias del pecado original, siendo según la doctrina de la Iglesia, también impecable, o sea, incapaz de pecar. Inmunes el Hijo Dios, y la Madre de Dios, así pues, de todo aquello que como inclinación al mal aqueja al resto de los hijos de Adán. No pudieron ser tentados de hacer el mal. Se ve tentado a hacer el mal uno que es capaz de hacerlo. Ni mucho menos pudieron haber sido tentados en el aspecto sexual, como insiste Valtorta en afirmar varias veces poniendo en boca del mismo Cristo el relato de estas tentaciones, como las principales que habría sufrido. Las tentaciones de Cristo en el desierto fueron puramente externas, –enseña la Iglesia– para darnos ejemplo, no porque Nuestro Señor hubiera tenido tentaciones como todo hombre heredero del pecado original.
 
La Inmaculada Concepción de María significa que Ella fue preservada por Dios de toda mancha y secuela de pecado original
 
Exponiendo en concreto la doctrina de la Santa Iglesia en la cuestión que estamos tratando, es como sigue:
  • Cristo se vio libre de todo pecado, de hecho”. (Doctrina de fe divina católica, definida).
  • En virtud de la Unión Hipostática, la voluntad humana de Cristo estuvo siempre y en todo sometida a la voluntad divina”.
  • Cristo no pudo pecar, ni hubo en Él capacidad alguna de pecar. Fue absolutamente impecable” (Teología del Dogma Católico, Javier de Abarzuza, O.F.M., págs. 737-38) 
  
El Padre Abarzuza en su magnífico compendio de Teología resume la doctrina católica al respecto y la explicita. Abundar en la explicación de estas doctrinas de la impecabilidad de Cristo y María Su Madre, llevaría muchas páginas, pero los católicos fácilmente podemos entender y aceptar que siendo Cristo el Verbo de Dios encarnado no podía tener inclinación al mal, ni sentirse tentado de realizarlo. Lo mismo se dice de la Virgen María en virtud de su Inmaculada Concepción en orden a su maternidad divina.

Cristo NO PUDO PECAR, ni tenía capacidad para ello, en razón a que su voluntad humana estaba sujeta a la voluntad divina (Unión hipostática: Dos naturalezas en una sola persona).
 
En sus innobles relatos de las supuestas tentaciones sexuales que dice Valtorta que le relató el mismo Cristo, ésta abunda en detalles que ofenden la divina Persona del Salvador y de su Santísima Madre. Nos hacen pensar en “Jesucristo Super Estrella” y otras obras creadas para mofarse de la divinidad de Nuestro Señor. Sobre las tentaciones impuras contra las cuales dice Valtorta que luchó toda su vida la Virgen María; dice Valtorta: 
“Teniendo en cuenta nuestro querer (habla aquí también de Cristo, quien le está hablando, supuestamente) tuvimos que juntar una práctica constante de todo lo que era opuesto al modo con que obró la pareja Adán-­Eva. Pero el Eterno sabe cuánta heroicidad fue necesaria en determinados momentos y en determinados casos. No quiero hablar más que de mi Madre, no de Mí. De la nueva Eva que rechazó, desde sus tiernos años, lisonjas de Satanás para seducirla a que mordiese el fruto y saborear la dulzura que hizo necia a la compañera de Adán…” (pág. 545).

La narración de la vida de Jesús y María según la Valtorta, compagina con obras blasfemas y anticatólicas como "Jesucristo Superstar", "Je vous salue Marie" y "El código Da Vinci".
 
y según Valtorta, Cristo le revela que  
“María Su Madre sufrió el tormento de asaltos periódicos de tentaciones desde el viernes de la crucifixión hasta el alba del domingo”. Que “la atacó con una terrible tentación, tentación en la carne de María…” (pág. 600)
  
Parecería que tras de leer esta aberración no sería preciso mayor comentario, pero es necesario citar algo más para abrir los ojos de los lectores. Dice Valtorta sobre lo que asegura le reveló Nuestro Señor sobre sus propias tentaciones de impureza:
“Satanás se preocupó ante todo de arrastrarme a la impureza… La tentativa de Satanás se enderezó con este objetivo para vencerme” (pág. 285). 
  
Por cierto, Valtorta añade una tentación de impureza a las que narra el Evangelio en el desierto. Y en una de las conversaciones con Judas con quien según eso se explaya el Señor hablándole de sus tentaciones, Cristo narra a Valtorta lo siguiente:
Dice Judas a Jesús: “Jesús, ¿jamás has pecado?”
A lo que habría respondido Jesús: “Jamás he querido pecar. Tengo treinta años, Judas, y no he vivido en una cueva ni en algún monte, sino entre los hombres. Y aun cuando hubiese vivido en el lugar más solitario, ¿crees que no hubiera llegado hasta ahí la tentación?... Todos tenemos en nosotros el bien y el mal (comentario nuestro: o sea, que Cristo es presentado como un puro hombre que tiene en sí la semilla del mal). Todos los llevamos en nosotros... Cuando uno que tiene hambre no tiene comida, el olor de los platillos le hace la boca agua. Entonces la tentación es fuerte como este deseo, Judas; (está hablando según eso Cristo de la tentación sexual) Satanás la hace más aguda y tentadora para llevar a cabo cualquier acción. Después de que el acto ha sido terminado y tal vez provoque náuseas, la tentación con todo esto no sucumbe, sino que como un árbol podado, produce más ramas...
¿Y jamás has cedido? –dice Judas–
– Jamás he cedido.
– ¿Cómo lo has logrado?
– He dicho: Padre, no me dejes caer en la tentación.
[...]
– ¿Cómo, Tú el Mesías, Tú que obras milagros, has pedido ayuda del Padre?
– No tan sólo ayuda; he pedido no inducirme a la tentación.
[...]
 
En este relato hay que considerar tres cuestiones, además de lo ya expuesto sobre la impecabilidad de Cristo y por lo mismo la imposibilidad de ser tentado.
 
1. Valtorta falsea el Evangelio. En ninguno de los cuatro evangelios se lee sobre más tentaciones que las del desierto, y mucho menos se habla de tentaciones sexuales del Señor.
 
2. En segundo, trata de inclinar al lector a la aceptación de las tentaciones de Cristo, al recordar las palabras fi­nales del Padre Nuestro donde Jesús enseña a sus discípulos a orar, pidiendo al Padre no ser inducidos, o no permitir la caída en la tentación, como si esto último fuese una peti­ción que abarcase a Cristo. El Padre Nuestro contiene peticiones propias de los hombres, entre las cuales se incluye esta última. No porque Cristo enseñase a los suyos a pedir no caer en tentación, puede deducirse de que esta petición fuera propia suya, ya que Él no podía caer en tentación, y al referirse a su Padre hacía la distinción sobre el modo de ser “el Padre” Padre suyo, y Padre en forma distinta de los hombres, cuando decía: “Mi Padre y vuestro Padre”.

Las tentaciones de Jesús en el desierto fueron meramente externas, para enseñarnos cómo vencerlas, puesto que Él "tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, menos en el pecado y la ignorancia, para ser misericordioso y Sumo Sacerdote fiel en lo que toca a Dios, en orden a expiar los pecados de su pueblo. Pues, habiendo Él sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados". (Hebreos II, 17-18)
 
3. En tercero, a lo largo de la obra de Valtorta se observa una sinuosa intención de hacer aparecer a Cristo como un puro hombre, sujeto a miserias incluso de la carne, en desmedro de Su Divinidad. Se diría que la obra ha sido escrita por judíos, ya que el estilo sinuoso y hasta sarcástico en ocasiones parece ser de enemigos de Cristo. La burla es evidente, bajo el disfraz de una fantasía sentimentaloide y una melosidad chocante. Por ejemplo, el hacer a Cristo llamar “mamá” a la Santísima Virgen, término empleado en México como diminutivo de “Madre” (dicen los editores que se trata de una traducción del italiano al castellano) hace cursi una obra donde debería primar el sentido reverencial. Si la traducen al inglés seguramente harán a Cristo llamar “mummy” o “mom” a Su Madre Santísima. Esto, repetimos, es una burla.
 
Pero pensamos que sería irrespetuoso continuar transcri­biendo las narraciones de las tentaciones de la carne que atribuye la Valtorta a Cristo y la Santísima Virgen falseando el Evangelio, como cuando hace aparecer al Señor tentado por una corte de mujeres semidesnudas que Anás hace acercarse lascivamente al Señor durante su estancia en su casa en la Pasión.
  
Abundan estas falsificaciones de la Escritura con sobrada intención. Hay ciertamente una intención oculta para los ignorantes de la Biblia, por ejemplo cuando la Valtorta pone en boca de la Santísima Virgen la afirmación de que “Jerusalén no es ciudad santa, porque Jesús no murió dentro de sus murallas”. Que “Jerusalén, –por el contrario– lo arrojó fuera de sí como un vómito”, y para esto al calce pone la cita del Levítico cap. 10, sin poner el versículo.
  
Al respecto, al tiempo en que se escribió el Levítico no existía la ciudad de Jerusalén, la que fue conquistada mucho después por el rey David; como propiedad de los hebreos. Si quisiera decir la Valtorta que se trata de una profecía, tendría que mencionar (como David a Belén) el autor del Levítico el nombre de la ciudad de Jerusalén, pero ni aparece el nombre de esta ciudad en la cita que da, ni menos, pues, que haya arrojado de sí a Cristo, ni menos como un “vómito”. Lo del “vómito” parece un desahogo judío. En el Levítico, –consulte el lector–, no aparece nada de esto. En cuanto a la cita que hace de San Pablo, tampoco aparece Cristo como ningún “vómito” arrojado de Jerusalén. Se refiere el Apóstol a la muerte de los corderos, símbolo de Cristo, que eran llevados, cargando simbólicamente los pecados del pueblo, según el Levítico, a morir fuera del campamento. El pueblo judío andaba en ese tiempo del Levítico, errante y viviendo en campamentos, no en Jerusalén.

La obra de Valtorta trasluce un desahogo del odio judeo-talmúdico
   
Pero si nos atenemos a lo que hay detrás de la afirmación sinuosa de que “Jerusalén no es santa”, hay que recordar que para los postconciliares ahora son ciudades santas los centros capitales de reunión de los paganos, como lo expresa el documento titulado “La Peregrinación en el Gran Jubileo del Año Dos Mil”, donde Juan Pablo II, además de hacer aparecer a Cristo como un “peregrino” más, declara ciudades santas a la Benarés de los hindúes, la Meca de los Musulmanes, y la ciudad de Auswicht por lo del “holocausto” de los judíos, que los postconciliares consideran el único en el mundo.
 
El objeto de afirmar que Jerusalén no es santa porque Nuestro Señor no murió dentro de sus muros (por la cos­tumbre romana de sacar al campo a los condenados a la cruz) es negar la santidad de esta ciudad, tenida por santa por los católicos, ya que ciertamente, los alrededores de Jerusalén donde estuvo la Cruz son sus aledaños, y dentro de ella comenzó la Pasión, incluso el camino al Calvario. De este tipo son las sinuosas afirmaciones de la Valtorta que van dejando dudas entre los ignorantes admiradores de la “visionaria”.
 
El documento sobre la gran peregrinación aparece en el semanario del Vaticano L’Osservatore Romano del 8 de mayo de 1998.
 
OTROS ASPECTOS DE LA OBRA DE VALTORTA
 
Además de numerosísimas falsificaciones de la Sagrada Escritura en su sentido, adiciones como aquello de que “la última palabra de Cristo en la Cruz fue “mamá” y no lo que aparece en el Evangelio, existen cuestiones doctrinales que siguen la pauta herética del Vaticano II. Por ejemplo, errores acerca de la naturaleza del Sacerdocio. Errores sobre las palabras de la consagración, que la Valtorta pone en labios de Cristo, distintas de las dogmáticamente formuladas por la Santa Iglesia para la realización del Sacramento. Falsedades sobre la doctrina de la salvación y santificación, ya que dice que “los mandamientos solos bastan, guardados, para santificarse”, y que esto se lo revela el Señor. Esto en oposición a la necesidad de pertenecer a la Iglesia, y afirmando que los dones del Espíritu Santo que producen la santidad se pueden dar fuera de la Iglesia. Errores sobre la naturaleza de la Iglesia, diciendo que Cristo le ha manifestado que todos son un mismo pueblo de Dios, creyentes y no en Él. Lo del “mismo pueblo de Dios” es doctrina del Vaticano II como sabemos, para favorecer a los judíos en particular, y a la masónica teoría de la igualdad de religiones.
 
COMENTARIO AL ARTÍCULO "Sobre la obra “El Hombre Dios”, de María Valtorta"
 
La conclusión después de examinar minuciosamente la obra a la luz de la doctrina dogmática de la Santa Iglesia y en lo referente a otras cuestiones, es la siguiente, de todo lo cual presentaremos las pruebas:
  1. La obra es herética en puntos fundamentales, respecto a la doctrina dogmática de la Iglesia.
  2. Obscena. Por las descripciones que hace acompañando por ejemplo a la herejía que sustenta sobre el Pecado Original.
  3. Favorecedora de la nuevas herejías sustentadas por el Vaticano II, que secunda, y aprovechada por los postconciliares que explican las doctrinas postvaticanistas confirmándolas, valiéndose de textos de la obra, como aparece en las notas al calce de muchas páginas.
  4. Favorecedora de las tesis a favor del Judaísmo que sustentan los postconciliares.
  5. Manifiestamente errada en cuestiones que tratándose de una obra que se dice fruto de revelaciones, no cabrían en el contexto, como por ejemplo, lo que dice que el demonio “deja un olor a azufre” y que “los ángeles tienen alas”.
  6. Canónicamente irregular, aún en lo que respecta a la censura de la iglesia postconciliar; esto significaría el deseo de no comprometerse con la obra ni aún los postconciliares, y otras irregularidades serias que se harán notar.
  7. Por todo esto, inadmisible y peligrosa para los católicos, inductora de la herejía, que debe ser rechazada.
   
CONCLUSIÓN
 
En una palabra, un estudio exhaustivo sobre la obra titulada “El Hombre Dios”, cuyo título original en italiano se dice que es “El Poema del Hombre Dios”, título significativo, –pues significaría que la vida de Cristo es un poema imaginario–, ya que la poesía es imaginación y no historia, un estudio, decimos, de este tipo, se llevaría un gran volumen más pesado de leer que una pura obra de teología. Si el sentido de la fe no delata a los católicos la perversidad del mamotreto que constituye la obra de la Valtorta, es difícil instruirles palabra por palabra acerca de lo que es erróneo e innoble respecto de Nuestro Señor y Su Madre Santísima. El objeto de este breve comentario ha sido alentar a quienes con buena fe y entusiasmados por los relatos sentimentales de la vida de Cristo, que hace la Valtorta, crean encontrar un alimento espiritual en sus páginas cayendo sin querer en la trampa que constituye dicha obra.
  
Que es evidente que es un gran auxiliar para los postconciliares, no se puede negar. Son sus doctrinas, sus teorías, sus herejías, las difundidas a través de estos escritos, y además es el favorecimiento del judaísmo religioso, con muchos términos iguales que los que emplean los del Vaticano II para inclinar a los católicos a “amar a Israel”, dándoles un curso sobre judaísmo como lo hacen a través del Nuevo Catecismo, con pretexto de estas “revelaciones” hechas su­puestamente a María Valtorta.
  
Se dice que un sacerdote le ordenó escribir su auto-biografía; si la escribió y publicó alguien, sería interesante conocerla. Carecemos de muchos datos necesarios para tener una idea completa de las motivaciones de alguien que sigue con fidelidad los lineamientos doctrinales del Vaticano II. Evidentemente, por las numerosas citas del concilio Vaticano II que los comentaristas de la obra ponen al calce de las páginas, la obra de Valtorta constituye un impulso a las herejías del Vaticano II y doctrinas posteriores de él emanadas.
  
Dios quiera estas páginas abran los ojos de quienes con buena fe y ávidos de lectura espiritual, buscan encontrar un alimento en lo que no es sino veneno hábilmente difundido para abatir en las almas de Fe en Jesucristo Dios y Hombre.
  
ANEXO: Decreto del Santo Oficio proscribiendo la obra de María Valtorta

   
  
Suprema Congregación del Santo Oficio
   
Decreto
Proscripción de libros
   
Miércoles, Diciembre 16 de 1959
   
Los Eminentísimos y Reverendos Cardenales de la Suprema Congregación del Santo Oficio, a quienes ha sido confiada la salvaguardia de las cosas de la Fe y la Moral, luego de recibir las opiniones previas de los Consultores, han unánimemente condenado y ordenado que los libros de un autor anónimo, en cuatro volúmenes, sean inscritos en el Índice de Libros Prohibidos, siendo el primero de esos libros:
  • Il Poema di Gesù [El Poema de Jesús] (Tipografia Editrice M. Pisani, Isola del Liri);
seguido por
  • Il Poema dell’Uomo-Dio [El Poema del Hombre-Dios], (Ibidem).
  
El día Viernes de ese mismo mes y año, el muy santo y digno señor Juan XXIII, Papa por gracia de la Divina Providencia, en una audiencia dada al Eminentísimo y Reverendo Cardenal Secretario del Santo Oficio, tras escuchar el reporte de los reverendísimos padres, aprobó esta resolución y mandó que sea publicada.
  
Dado en Roma, en la sede del Santo Oficio, Enero 5, 1960.
  
Sebastián Masala, Notario